Cada vez que me entrego a su inconmensurable inmensidad,
a mi profunda locura,
a su inevitable presencia,
a mi inalcanzable vuelo de cóndor sobre su cielo,
y en lo profundo de su suelo cual oruga que orada cavidades
buscando refugio, alimento, ser salvaje,
salir a la superficie y ser un zorro,
un lobo que corre por sus piernas-laderas de mujer,
por su cintura de quebrada,
por mi cordura que no existe,
por la herida sangrante del cuerpo de mujer,
del cuerpo del amor,
boca abajo, alma arriba,
en el resoplido circular e inacabable
de la vida.
Sofía
21/5/2016
(estrogénica)
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